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diciembre 04, 2008

Entrevista a Lucía Morett, sobreviviente del ataque a las Farc en marzo pasado


“Voy a quintuplicar fuerzas por cada amigo muerto”

“No he cometido ningún delito ni tengo por qué esconderme”

“Es mentira, me amarraron ellos, los colombianos. Me hacían muchas preguntas, sobre todo relacionadas con Reyes. No me creían cuando les decía que yo no sabía nada, que era civil, que apenas había llegado un día antes. Me trataron de mentirosa y me amenazaron”.

Blanche Petrich / I

En los campamentos guerrilleros de Colombia se llama caleta a una cama grande hecha de tablones, con un toldo encima, donde duermen una o más personas. El primero de marzo de este año, los responsables de atender a los numerosos visitantes que llegaban al campamento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en Sucumbíos, territorio de Ecuador, asignaron una de esas caletas, entre los árboles, para las dos mexicanas recién llegadas, Lucía Morett y Verónica Velázquez. Los tres varones –Juan González, Fernando Franco y Soren Avilés– fueron hospedados a pocos metros de ahí.

Vero y Lucía se durmieron, rendidas por la larga caminata a través de la selva. Lucía se despertó bruscamente por una sacudida de tierra, un estruendo, un estallido, un árbol enorme incendiándose frente a ella. Extendió el brazo buscando a su compañera. No había nadie en la caleta. ¿Era un rayo o qué? Segundos después otra violenta sacudida, más fuego. “Le gritaba a Verónica y no estaba. Hasta ahora no me explico qué pasó. ¿Por qué ella murió y yo no? ¿Se levantó durante la noche y no estaba a mi lado cuando empezó el bombardeo? ¿La fuerza de la explosión la aventó lejos?”

Es el relato de Lucía Morett Álvarez en el vuelo que la trae de regreso a México desde Nicaragua, con escala en El Salvador. Hace cerca de ocho meses, en abril, tuvo que acogerse a la protección del gobierno de Managua por la amenaza de una demanda penal en su contra, por terrorismo, que había aceptado la Procuraduría General de la República.

“No, yo no he cometido ningún delito ni tengo por qué esconderme de nadie”, dice de pronto con una fuerza inesperada. La aeronave ya sobrevuela la nata marrón que cubre a la ciudad de México al atardecer de este miércoles. Ya no es la voz quebradiza de alguien que parece que en cualquier momento va a llorar. “Yo soy una víctima. Y voy a quintuplicar mis fuerzas, una por cada uno de mis amigos muertos y una más por mí, para que se sepa quiénes fueron los verdaderos criminales. Porque ese primero de marzo se cometieron muchos delitos y tiene que haber justicia”. Leer más en La Jornada

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