Desfiladero
Iztapalapa: ahora o nunca
Jaime Avilés
Desde que entró en funciones el 20 de noviembre de 2006, el gobierno legítimo de Andrés Manuel López Obrador ha acumulado una serie de logros políticos de enorme importancia. Como contrapoder, impidió con la gente en las calles la privatización absoluta de Pemex; obligó a Calderón a dar un apoyo económico a los adultos mayores de todo el país (muy inferior al que reciben los del Distrito Federal) y lo arrinconó hasta forzarlo a ordenar la construcción de una nueva refinería (de la que no ha colocado siquiera el primer ladrillo, porque ni para eso sirve).
Como fuerza de oposición impulsó un debate a fondo sobre la industria petrolera y las soluciones que pueden sacarla del marasmo en que la hundieron PRI y PAN; en 2007 advirtió, antes que nadie, que se avecinaba una crisis económica sin precedentes, y propuso medidas concretas para enfrentarla (Calderón hizo todo lo contrario y el país fue destrozado en pocos meses).
Además, López Obrador y su gabinete promovieron una ley contra las inexplicables ganancias de los monopolios (que en México obtienen utilidades muy superiores a las que perciben en otros países); convencieron a la opinión pública de que los grandes empresarios no pagan impuestos; demostraron que una de las causas del atraso económico son los privilegios de la alta burocracia y presentaron un proyecto de ley de ingresos para tapar el boquete fiscal sin aumentar impuestos ni despedir a nadie.
Pero el más espectacular, dramático y sonado de sus éxitos de este año fue sin duda la victoria de Clara Brugada Molina en Iztapalapa, donde a pesar de la furia de los levantacejas y con todo en contra, se ha puesto de pie un gobierno popular, que el movimiento obradorista y su legítimo presidente deben defender con todo, para salvarlo, en lo inmediato, de las tijeras de Marcelo Ebrard que amenaza con recortarle 400 millones de pesos para el presupuesto del año entrante. →→Leer más
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