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febrero 05, 2010

La hiperdescomposición

La hiperdescomposición

Luis Javier Garrido

La situación económica y social es cada vez más crítica en Estados Unidos, en donde crece la depresión con todas sus consecuencias, y la clase gobernante de nuestro país, que desde hace tres décadas ha apostado todo a uncir a México al proyecto fallido de la globalización neoliberal, no parece darse cuenta de lo que la misma prensa estadunidense subraya a grandes titulares, advirtiendo que la hegemonía económica y política de Estados Unidos está llegando a su fin, y parece empecinada en gobernar en medio de la mayor barbarie, como lo muestran las ejecuciones que se multiplican y que son responsabilidad directa del gobierno de Felipe Calderón.

1. Los medios mexicanos han tenido particular empeño en lo que va de 2010 por ocultar el clima de desazón e incluso de pánico que prevalece lo mismo en el pueblo estadunidense que en las elites financieras y políticas de ese país sobre la dramática situación que ha de afrontar en lo inmediato la administración Obama para hacer frente al déficit, al creciente desempleo, al fracaso en Afganistán e Irak y a la pérdida de confianza en su gobierno, y pretenden reducirlo todo a una conjura de la extrema derecha contra un presidente que se pretendió reformador y no resultó sino más de lo mismo pero de la peor manera.


2. El desastre que se avizora en el horizonte del proyecto imperial de Estados Unidos tiene sin embargo una particular llamada de atención para aquellos países de América Latina que, como México, no han tenido una capacidad interna para hacer valer su identidad nacional, su potestad soberana para defender sus recursos estratégicos y su derecho a una vía propia de desarrollo, y a los que amenaza a arrastrar a la debacle, en particular al haberse ellos mismos puesto la soga al cuello, como ha sido el caso de México.


3. El proyecto político de la globalización capitalista neoliberal, definido en los últimos decenios, supuso la estructuración de una mecánica de poder supranacional en la que los estados nacionales no tuviesen capacidad soberana de decisión en materia financiera, económica y social, aunque ello hubiese supuesto la necesidad de que estuviesen cada vez más sometidos en los hechos, de ser necesario por la vía militar. De ahí que en este periodo de debacle del poder hegemónico estadunidense, los think tanks del Pentágono y del Departamento de Estado no parezcan tener otra obsesión que la de multiplicar sus bases en el mundo y de impulsar una creciente intervención tanto de la DEA como de la CIA y de otras agencias suyas en el quehacer de los gobiernos de diversos países, y de promover el uso de la fuerza como vía para solucionar los conflictos.


4. En México esto no resultó un problema para Washington tras la alternancia del 2000, porque las resistencias de los panistas a someterse al poder trasnacional han sido inexistentes, pero las reacciones que se han producido desde otros sectores de la sociedad sí son significativas. La realidad de un gobierno entreguista, dedicado a atender los privilegios de los grupos mafiosos que lo encumbraron y del clero católico, y empecinado en su delirio por tratar de mantener su control sobre el aparato estatal después de 2012, al que no le interesan los intereses de la nación ni los derechos del pueblo, ha colmado a los mexicanos.
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