Marcos Roitman Rosenmann
Carta a Salvador Allende
Muy distinguido presidente: siempre es molesto recibir cartas en las celebraciones centenarias. Los años anteriores pocos se habrán acordado de usted. Aun así, no está de más conmemorar un centenario. Sin embargo, quiero comunicarle que en su país, Chile, hoy gobiernan, disque militantes de su partido, que bajo acuerdos negociaron con sus asesinos. Así, muchos querrán aprovechar el momento para reducir su grandeza y empequeñecer su trayectoria al extremo de proclamarlo presidente mártir o adjetivarlo como “compañero presidente”. Otros utilizarán vocablos y frases sueltas para arrimar el ascua a su sardina. Para ellos, representantes institucionales, su obra es pasado, llanto y actos oficiales. Pero sepa usted que su semilla germinó en la conciencia del pueblo, de los trabajadores, de la mujer, de los jóvenes, de los estudiantes, de las amas de casas, de los campesinos, de los pueblos originarios, y ellos sí lo tienen presente como luchador y forjador de un proyecto de futuro. Aún más, usted se adelantó a su tiempo. Defendió la necesidad de recuperar los recursos naturales, alimentarios, de emprender la independencia tecnológica, la soberanía nacional, el derecho de autodeterminación, las nacionalizaciones. Destacó el nuevo poder de las trasnacionales frente a los estados. Y sobre todo explicitó la necesidad de oponerse a la colonización del pensamiento. Pero tampoco fue un mesías. Usted se vio formando parte de un proceso político, incorporó su lucha a la lucha por el socialismo y por la liberación. Buscó la unidad con todas las fuerzas populares. No excluyó. Bajo diferentes maneras lo dejo claro en el Estadio Nacional, en la despedida a Fidel Castro: “...lo digo con calma, con absoluta tranquilidad: yo no tengo pasta de apóstol ni tengo pasta de mesías, no tengo condiciones de mártir, soy un luchador social que cumple una tarea, la tarea que el pueblo me ha dado; pero que lo entiendan aquellos que quieren retrotraer la historia y desconocer la voluntad mayoritaria de Chile: sin tener carne de mártir, no daré un paso atrás; que lo sepan: dejaré La Moneda cuando cumpla el mandato que el pueblo me diera. Que lo sepan, que lo oigan, que se lo graben profundamente, defenderé la revolución chilena y defenderé el gobierno popular porque es el mandato que el pueblo me ha entregado; no tengo otra alternativa, sólo acribillándome a balazos podrán impedir la voluntad que es hacer cumplir el programa del pueblo”. Sigue leyendo
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