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agosto 23, 2009

¿UN PROTECTORADO?

¿Un protectorado?

Luis Javier Garrido en La Jornada

El gobierno de facto de Felipe Calderón no sólo está hundiendo a México en un desastre sin precedentes, sino que con sus políticas de abierta subordinación a Washington y de respaldo a la militarización del continente constituye ya una verdadera amenaza para América Latina.

1. Una pregunta empiezan a hacerse ya, por consiguiente, algunos analistas y es urgente abordar la cuestión. ¿Está México, luego de ser sentenciado como un Estado fallido, en vías de convertirse en un protectorado de Estados Unidos?


2. El gobierno de facto de Calderón ha profundizado de manera muy grave la vía entreguista aceptada por Carlos Salinas de Gortari con el TLCAN, que abrió la vía para el desmantelamiento de la nación y la entrega de la definición del proyecto nacional mexicano al gobierno de Washington, y proseguida por Ernesto Zedillo, quien al modificar el artículo 28 constitucional en 1995 pretendió sentar las bases para concesionar a las grandes trasnacionales áreas estratégicas de la nación desde el petróleo, la energía eléctrica, la energía nuclear, los ferrocarriles y los puertos, hasta el espacio aéreo, la comunicación satelital, el correo y los telégrafos.


3. El abandono de Calderón de sus responsabilidades con la intención evidente de seguir atentando, aún más que sus predecesores, contra la vocación soberana de México ha determinado que hoy día las grandes decisiones en materia financiera no se tomen en la Secretaría de Hacienda y el Banco de México, sino en el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, el FMI y el Banco Mundial, y que se estén además transfiriendo a Washington facultades para que a través de las multinacionales controle cada vez más el sector energético, el espacio aéreo, el mar territorial, las comunicaciones, las aduanas, los puertos y los recursos no renovables del país. Ningún gobierno había llegado a tantos extremos como este espurio de Calderón, pero lo más grave es que está pretendiendo ahora entregar el control de las fuerzas armadas de México y, en consecuencia, del territorio mexicano, a Washington, siguiendo el modelo de Colombia.
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