"Sí, ¿y qué?"
Luis Javier Garrido en La Jornada
En vísperas del 70 aniversario de la expropiación petrolera, el manejo oficial del caso Mouriño no deja lugar a dudas de que Felipe Calderón defiende a su colaborador y brazo derecho a fin de autoprotegerse al irse descubriendo los alcances de las redes de corrupción que se benefician ilegalmente de la privatización de la industria petrolera y de las cuales él aparece como el principal responsable.
1. La crisis política abierta en México por la publicación de las evidencias de los graves actos de corrupción cometidos por Juan Camilo Mouriño, secretario de Gobernación, se agrava todos los días no tan sólo por la aparición de nuevas informaciones, sino por el desprecio a la legalidad del país con el que están respondiendo Calderón y sus amigos.
2. El golpe al régimen de facto con las revelaciones es demoledor, pues Mouriño ha sido pieza clave de la mecánica calderonista y es irremplazable para el espurio, pues: a) en los negocios “privados” había venido fungiendo como su principal asociado, cómplice y encubridor, b) como su operador privado se había tornado en su alter ego y su mejor apoyo en las relaciones institucionales, c) como hijo del principal socio y prestanombres de Vicente Fox garantizaba la tregua y acomodo de los intereses de las mafias de Fox y de Calderón, d) en tanto que íntimo de Manlio Fabio Beltrones creaba condiciones inmejorables para los acuerdos PAN-PRI en el Congreso, y e) como hombre de confianza del PP neofranquista y de múltiples empresas españolas consolidaba vínculos entre las trasnacionales hispanas y los amigos de Calderón.
3. Felipe Calderón tenía varias opciones para enfrentar el affaire Mouriño y escogió la peor: la que lo incrimina a él también, y de manera abierta, asumiéndose como encubridor y cómplice. La defensa a ultranza de un individuo que ante los mexicanos es mediocre, extranjero y corrupto no ha hecho otra cosa que mostrar la dependencia extrema de Calderón a éste, su carencia de cuadros y su ineptitud para responder en términos políticos a los señalamientos. En vez de actuar con los criterios de un hombre de Estado y aceptar que su colaborador había obrado en la ilegalidad y pedirle su renuncia para ponerlo a disposición de la justicia, Calderón respondió con un complejo diazordacista y cual capo de mafia buscó arroparlo junto con sus cuates: no evidenció fuerza, sino una debilidad extrema.
4. El torpe “sí ¿y qué?”, espetado por Mouriño desde un principio fue visto como una burla por los mexicanos, y el desprestigio en el que se ha ido hundiendo en pocas semanas, arrastrando con él a Calderón, es cada vez mayor, no nada más entre los amplios sectores populares, sino en todos los ámbitos, incluyendo el propio PAN, donde prevalece un creciente malestar; en diversos grupos empresariales y, sobre todo, en las fuerzas armadas. Una encuesta de María de las Heras, publicada en Milenio Diario el 10 de marzo, muestra que 85 por ciento de los mexicanos reprueban a Mouriño y 68 por ciento dicen que “debería renunciar”. Sigue leyendo
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