Lección Tabasco
¿Qué podemos hacer en el norte del país para ayudar a Tabasco? En los hechos, nada, salvo quizá recolección simbólica de víveres y cobijas de mera buena intención mediática. La impotencia y la falta de solidaridad (parientes cercanas en este caso), no tienen sus resortes sólo en la dificultad real de ayudar a más de dos o tres mil kilómetros de distancia, sino en el efecto escepticismo que ha cundido en el país debido a la turbiedad de las autoridades al momento de administrar la ayuda humanitaria. ¿Para qué dar, se preguntan muchos ciudadanos, si el dinero depositado en una cuenta o la donación de latas y medicinas al final será criminalmente usado para la trácala particular o para el juego político? La respuesta a tal pregunta es automática: no, no sirve de nada ayudar, y ya ni siquiera vale la pena hacerlo en tragedias mayúsculas como la de Villahermosa y otras ciudades aledañas.
La lección de Tabasco sólo agudiza, pues, el pesimismo y/o la indiferencia que asuelan al país en casos de emergencia extrema. El agua en esta ocasión, y en otros los procesos electorales, ha exhibido hasta la demencia el grado de corrupción e ineptitud que alcanzan a tener gobiernos reptilíneos como los últimos tres de aquella entidad. Si es cierto que ante una feroz agresión de la naturaleza irremediablemente habrá damnificados, también lo es que los gobiernos tabasqueños recientes han mostrado un enorme grado de imprevisión y falta de escrúpulos a la hora de vigilar, en aquellos lugares siempre ensombrecidos por el riesgo de diluvios, las zonas de mayor riesgo y la respuesta a contingencias como la actual que ya alcanzó parámetros de infierno acuático.
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