Salvador Allende
por Punto Final
Hablar y pensar sobre Salvador Allende y su ejemplo es indispensable para todos los que creen y luchan por la democracia. Especialmente para la Izquierda. Los rasgos que marcan su vida (y también su muerte) le dan una especificidad singular que explica su importancia histórica y revolucionaria.
19 de julio de 2006
Destacamos, ante todo, su profunda y entrañable relación con los sectores populares, que inició cuando era estudiante de liceo y profundizó después en la universidad, en el grupo Avance y en el naciente Partido Socialista, a comienzos de la década de 1930. Fue un compromiso indisoluble y una lealtad que se fortaleció con el tiempo.
No ha habido otro dirigente político en Chile que conociera más profundamente el país y su gente. A lo largo de cuatro campañas presidenciales y otras tantas parlamentarias y como senador por cerca de treinta años, adquirió la experiencia que lo convirtió en personalidad política de primera línea en la escena nacional. Era activo participante en innumerables actos, charlas, giras, reuniones con toda clase de personas. Nadie conocía mejor los pequeños pueblos, las viejas oficinas salitreras, los minerales, las ciudades de provincia, las barriadas proletarias de Santiago, los cerros de Valparaíso, ni recordaba -con asombrosa precisión- a todo el que alguna vez conversó con él.
Como Recabarren, Allende parecía tener vocación de pedagogo social, favorecida por su condición de médico. Hablaba con el mismo entusiasmo ante auditorios mínimos como ante decenas y cientos de miles de personas. Fue dirigente y maestro pero también aprendió mucho del pueblo. Creció como líder mientras el pueblo crecía en conciencia y organización. Aprendió que el pueblo reclamaba más y más profundas políticas de Izquierda y sobre todo, lealtad, para confiar en dirigentes que no lo traicionaran.
Nunca se sintió caudillo ni mesías, porque prefería definirse como "un militante del pueblo, un servidor del pueblo". →→Leer más
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