****Photo Jeca Taudte — Coltan Processing, Bukavu, South Kivu
Gustavo Duch*
La guerra no es un cuento
Complejo es el calificativo que más se emplea para referirse al conflicto en la República Democrática del Congo (RDC). “Complejo sólo es lo que no se entiende”, me dice Iker, uno de los cooperantes de Veterinarios Sin Fronteras en la conflictiva región del Kivu, y con una buena síntesis, Iker me lo ha explicado.
Tenemos varios actores. Las Fuerzas Armadas de la RDC (FARDC), que son el ejército regular del país, aunque han demostrado repetidamente no sólo su incompetencia para defender la integridad territorial del país, sino, sobre todo, su incapacidad para garantizar la seguridad de la población congolesa –a la que atemorizan tanto o incluso más que el resto de grupos armados. El Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo (CNDP), un movimiento político-militar liderado por el general Nkunda, que pretende defender los intereses de la minoría tutsi, presente al este de la RDC y en conflicto con la población hutu desde el genocidio de 1994.
El CNDP lucha, principalmente, contra las Fuerzas Democráticas de Liberación de Ruanda (FDLR), el grupo armado más numeroso al este de la RDC. Está formado, sólo en parte, por antiguos miembros de las FARDC y de las milicias Interahamwe –grupos de civiles hutu–, autores del genocidio de 1994 y que huyeron de Ruanda una vez que éste terminó. Desde entonces se encuentran en territorio congolés, atemorizando a la población local e intentando desestabilizar el actual gobierno ruandés. Y para defender la integridad territorial congolesa nacieron las milicias maï-maï, grupos de defensa locales integrados por civiles congoleses armados.
En medio de todos estos grupos armados está la Misión de Observación de las Naciones Unidas en la RDC (MONUC) desde 1999. Durante estos años, en los que difícilmente ha podido cumplir con su finalidad de proteger a la población congolesa y de asegurar la seguridad en las zonas bajo su control, menos aún ha podido animar a los diferentes actores armados a que abandonen las armas. Aunque su presupuesto y su capacidad logística y militar no han dejado de crecer durante estos nueve años, su papel se ha demostrado ineficaz. Leer más
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