Margarita Zavala, aspirante a la candidatura a la presidencia.
Foto: Octavio Gómez
Si Margarita estuvo al tanto de lo que pasó durante la administración de su marido y guardó silencio, muy mal. No es respeto ni intervención ilegítima, sino que fue cómplice por omisión de afrentas a la integridad física y emocional de muchos. Aquí no vale la expresión “no me correspondía”. Quizá no en estricto derecho, pero ¿no es una cuestión de ética personal y pública manifestar –si ése hubiera sido el caso– su discrepancia y sus objeciones ante hechos brutales que costaron miles y miles de vidas humanas? Si, por el contrario, no sólo se enteró, sino que acompañó esa política criminal por convicción y le dio soporte y fortaleza moral a Calderón para que siguiera adelante en ese empeño, es todavía muchísimo peor. En cualquiera de los casos no tiene forma de evadir su responsabilidad moral.
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