Epigmenio Ibarra
2012-08-31
Nunca llamé
presidente a Felipe Calderón. Tampoco será, para mí y para millones de
mexicanos, presidente de la República, aunque se ponga la banda y le rindan
honores, Enrique Peña Nieto.
No ganó el de
Atlacomulco a la buena y en la democracia auténtica solo los triunfos
absolutamente limpios valen. No hay medias tintas en esto de la competencia
electoral. Menos en un país herido, harto de fraudes y de burlas como el
nuestro.
El que hace trampa,
el que compra votos con dinero sucio, el que se colude con la tv para torcer la
voluntad ciudadana, no merece ni ostentar el cargo ni reúne los atributos
necesarios para dirigir los destinos de la nación.
Las imposiciones se
pagan con sangre. 95 mil muertes nos costó la de Felipe Calderón. ¿Cuánto
costará a México la de un hombre como Peña Nieto tan afecto al uso del garrote?
El único recurso de
Calderón para conseguir una legitimidad que de origen no tenía, la única
herramienta para convocar, histéricamente, a la “unidad nacional” fue desatar
la guerra contra el narco. Solo con
fusiles logró lo que los votos no le dieron.
Desde sus oficinas
blindadas alzó una bandera manchada con la sangre de otros. Sin jamás pisar el
terreno de combate, desoyendo voces que le advertían sobre los trágicos
resultados de su aventura, mandó Felipe Calderón a los jóvenes de este país a
matar y a morir.
¿Qué hará ahora
Enrique Peña Nieto? ¿Sobre qué bases intentará construir consensos luego de
haber vulnerado las reglas más elementales de la convivencia democrática?
Respecto a la
guerra ha dado ya una señal muy clara: habrá de continuarla por derroteros aun
más peligrosos. El solo nombramiento de un general colombiano como su asesor en
materia de narcotráfico nos habla de su intención de hacer aquí la paz, pero la
de los sepulcros.
Por otro lado y
siendo, como son, los priistas inventores de la ley de plata o plomo caminarán,
como siempre, por ambas vías simultáneamente. Repartiendo dinero del erario y
garrotazos.
Tanto si corrompen
como si reprimen harán un gravísimo daño, abrirán otra herida a México.
Este país no
aguanta más; juegan con fuego el PAN, el PRI y los poderes fácticos. Al no
soportar la idea de perder el poder han sido capaces de demoler nuestra
precaria democracia y lo poco que queda en pie de las instituciones con tal de
conservarlo.
No tuvieron los
magistrados del TEPJF el valor y el patriotismo de invalidar la elección
presidencial. Solo blindados por la policía y por los medios se atrevieron a
dar a conocer una decisión que, muchos, ya esperábamos.
Cerró los ojos el
tribunal ante hechos por todo el mundo conocidos. Renunció a su deber de
investigar las denuncias presentadas. Se dio el lujo de burlarse de las mismas
y de rendir servil homenaje a Peña Nieto.
Antes habían
cerrado los ojos, antes habían renunciado a su deber de investigar esos mismos
hechos la tv, la gran mayoría de las estaciones de radio y los diarios, los
opinadores más influyentes.
Durante semanas en
la pantalla de tv, en los programas de radio, en las páginas de los diarios se
ejerció una tenaz presión sobre los magistrados.
Sin rigor
periodístico alguno se dio por descartada la impugnación de las izquierdas, se
la caricaturizó. Se volvieron en los hechos, las figuras de pantalla, los
dueños del micrófono, abogados de oficio del PRI y Peña Nieto.
Cerraron los ojos,
renunciaron a cumplir con su deber estos “periodistas” porque la compra de
votos fue posible no solo gracias a la indigna explotación de la pobreza sino,
también, debido a la miseria cultural y espiritual resultado del trabajo
corrosivo que, por décadas, ha realizado la tv.
Ciertamente se
equivocó la izquierda al ceder a la tentación del performance y presentar los
animales de corral pero el caso Monex, el uso de las encuestas amañadas, el
exceso de gastos legales de campaña, el uso de recursos de procedencia ilícita
no son, por cierto, asuntos menores, ni pueden, ni deben ser objeto de burlas.
Ningún medio serio
en el mundo ha ignorado estos hechos. La relación entre Peña Nieto y la tv, la
compra de votos, la elección presidencial es un escándalo más allá de nuestras
fronteras.
Abogado de oficio
de Peña Nieto ha sido también Felipe Calderón quien, feliz porque la derrota de
Josefina Vázquez Mota le permite devolver el favor de 2006 al PRI, ya se siente
a salvo.
Olvidan, sin
embargo, Calderón y también Peña Nieto que somos muchas y muchos los ciudadanos
que no nos cansamos, ni nos rendimos, ni nos acomodamos, ni nos resignamos. Ya
no.
Y no se trata de
defender las aspiraciones presidenciales de Andrés Manuel López Obrador, aunque
estar con él es un honor, sino de una cuestión de principios, de dignidad, de
patriotismo, que, a estas alturas, rebasa con mucho lo meramente electoral.
No es la hora del
desaliento y la desmovilización. Tampoco el momento de caer en las
provocaciones que, para descalificar y desarticular al movimiento ciudadano,
comenzarán a producirse.
Autocrítica
implacable, rigor en el análisis, serenidad, creatividad, unidad y firmeza
necesitamos para impedir que estos que, otra vez, se han robado la elección,
nos roben lo que queda de México.
La resistencia
contra la imposición apenas comienza y sigue siendo, pese a todo, un derecho y
un deber.
http://elcancerberodeulises.blogspot.com
www.twitter.com/epigmenioibarra
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