Como responder a la islamofobia en EE.UU.
Una estrategia pro-activa
Phyllis Bennis
Institute for Policy Studies
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
La actual cruzada islamofóbica en EE.UU. refleja una satanización racista profundamente arraigada de las comunidades musulmanas que, si no se reacciona, podría consolidar la demagogia racista como una parte “legítima” del discurso público.
Las fuerzas políticas y neoconservadoras llaman a movilizaciones en los campus en EE.UU. del 22 al 26 de octubre de 2007 para eventos de la “Semana de Concienciación sobre el Islamofascismo”. Utilizan deliberadamente el término provocador “islamofascismo,” vinculando al Islam (Y sin diferenciar entre la religión, los países en los que es mayoritaria, y sus adherentes) con el movimiento político más abominado de la historia – el fascismo. Lo hacen a pesar del desdeño que muestran las versiones más violentas y extremistas del islamismo político hacia el Estado-nación y las corporaciones, ambos sagrados para el fascismo. Su llamado pronostica “la mayor protesta conservadora en los campus de todos los tiempos” e identifica su objetivo como “la confrontación de las dos Grandes Mentiras de la izquierda política: que George Bush creó la guerra contra el terror y que el Calentamiento Global es un mayor peligro para los estadounidenses que la amenaza terrorista.”
El lenguaje mismo de sus objetivos deja en claro que no se trata sólo de un ataque racista contra musulmanes, árabes, árabes-estadounidenses, sudasiáticos y cualquiera que sea considerado como favorable a esas comunidades. Ciertamente esta cruzada islamofóbica, dirigida por el David Horowitz Freedom Center, refleja una satanización racista profundamente arraigada de las comunidades contra las que se dirige. Pero refleja peligros que incluso van más allá de la amenaza que posa para esas comunidades y para el tejido social de este país como resultado de la consolidación de la demagogia racista como parte “legítima” del discurso público.
Existe un instinto comprensible de poner los ojos en blanco ante esas afirmaciones risibles, y descartar las afirmaciones sobre una grandiosa movilización como sólo una actividad demencial más de la derecha marginal, pero esa reacción representaría un serio error. No porque las “afirmaciones” sean otra cosa que absurdas, sino más bien porque existe demasiada creencia pública en esas afirmaciones ridículas para que cualquiera que se preocupe de la educación y de la movilización pública pueda descartarlas despreocupadamente. Y con los obvios vínculos entre la islamofobia y el apoyo para la guerra, lo que está en juego es simplemente demasiado como para ignorarlas. Leer más en REBELIÓN
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